
Lorenzo vivía en su apartamento muy cómodamente, donde Catalina diariamente lo visitaba para ordenar sus cosas y prepararle sus alimentos. Lorenzo vestía siempre una chaqueta verde oliva con vivos amarillos, muy parecido a un policía de carreteras.
Por su parte, Rigo vivía en una pequeña habitación en la parte trasera del gran caserón que cuidaba Catalina, quien le preparaba los alimentos a los demás comensales que habitaban la casona.
Lorenzo tenía una excelente relación con Catalina, quien se esforzaba por satisfacer todos sus gustos y necesidades. Él era feliz degustando las frutas tropicales que le ofrecía Catalina: bananos Cavendish de la Zona, mangos de azúcar cultivados en la ensenada de Papare, lo mismo que las jugosas papayas de Aguacoca y Sevillano; además moría por el postre tres leches y el Napoleón que eran sus favoritos.
Rigo veía todas las atenciones que Catalina le prodigaba a Lorenzo y no podía menos que pasar saliva y aumentar día por día los celos enfermizos hacia Lorenzo, quien era totalmente inocente a los sentimientos que los cuidados de Catalina provocaban en Rigo.
Rigo, más parco a la hora de vestir, usaba un uniforme marrón con blanco y pantalones negros. Era un ser extremadamente desordenado y descuidado con su apariencia, pero se jactaba de lucir una impecable y blanca dentadura.
Al contrario de Lorenzo, que adoraba las frutas y girasoles —lo cual causaba rumores acerca de su inclinación sexual—, Rigo era carnívoro ciento por ciento y no había cosa que más amara en la vida que una punta gorda bien grasosa, una sobre barriga, un pernil de pollo o un filete de pescado.
A Rigo le gustaban las fiestas y la bulla, mientras Lorenzo las odiaba. Para Lorenzo no había época del año que más le amargara su vida que las festividades de velitas, navidades, año nuevo; lo mismo que las fiestas patronales de San Juan Bautista y la celebración de la Virgen del Carmen. Precisamente el 24 de Junio, el mero día de San Juan, como dice la canción, el pueblo desbordante de alegría. Bulla, música y pólvora se escuchaba en todas las calles. Pólvora… precisamente lo que Lorenzo no podía soportar, no se sabe si por su avanzada edad o algún trauma de su niñez. Muy cerca se escuchaban los volcanes, triquitraques, matasuegras, cebollitas, voladores, choriceras y castillos iluminaban los cielos.
Producto del desespero que ocasionaba tanta bulla, Lorenzo intentó buscar refugio en el cuarto de San Alejo mientras terminaba tanta celebración. Lorenzo, a causa del miedo que lo atormentaba, no se dio cuenta que era vigilado por Rigo, quien, atrás de una palmera, lo observaba con mucha rabia, producto de los celos que sentía al saber que Catalina prefería a Lorenzo y no a él. Cuando Lorenzo estuvo cerca, le asestó el primer golpe en la cabeza. Como pudo, se levantó, lo tomó por la cabeza y, con sus propias uñas, literalmente le sacó un ojo; esto enfureció más a Rigo, quien siguió dándole golpes, patadas y mordiscos en todas partes de su cuerpo hasta dejarlo completamente muerto. Al ver la escena del terrible crimen que acababa de cometer, arrastró con mucha dificultan el cuerpo de Lorenzo hasta una alcantarilla de aguas lluvia y allí lo dejo caer para que lo arrastrara la corriente.
Catalina nunca comprendió el por qué Lorenzo había abandonado la casa sin ni siquiera despedirse después de haber sido tan buenos amigos.
Rigo se volvió parco, retraído, malgeniado y explotaba ante cualquier situación. Dicen los que lo conocieron que cada vez que escuchaba la canción “Grito Vagabundo” de Guillermo Buitrago y sus muchachos, cantaba desde lo más profundo de su corazón, precisamente la estofa que dice:
yo quiero pegar un grito y no me dejan,
yo quiero pegar un grito vagabundo
Lo que Rigo quería, era gritarle al mundo que él había sido el asesino del inocente Lorenzo, pero desgraciadamente nunca tuvo el valor de hacerlo.
Olvidaba decirles quienes era los personajes de esta historia:
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Lorenzo: Loro verde, cabeza amarilla. Horatis o Loro rey de 20 años de edad
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Rigo: Perro, raza Beagle, de 2 años de edad, inquieto y juguetón
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Catalina: Morena Bolivarense, encargada de las labores de la casa
Esta historia es ficción, ningún animalito sufrió daños