Frankie vuela libre

Análisis y reflexiones desde Fundación Loros: qué aprendimos de esta historia

Frankie llegó a mi casa comprado como regalo para el cumpleaños de mi segundo hijo. Nadie en la familia se había percatado de que tener un animal silvestre en casa —por más cuidados que reciba— no es la verdadera expresión del amor que merece. Aunque Frankie no vivía enjaulado y se le cuidaba con esmero, cada vez que escuchaba loros volar cerca de la casa prestaba atención, y sorprendentemente nunca voló, a pesar de que jamás le cortamos las alas.

Pocos años antes de la pandemia, mi hija y yo adoptamos casi simultáneamente a dos perritos; uno de ellos, Ginebra, una excelente cazadora, hizo que mantuviéramos a Frankie prácticamente confinado en su jaula todo el tiempo. Un día llegó Daniel, un veterinario especializado en fauna silvestre, y me convenció de devolverle a Frankie su libertad. Me preocupaba que, criado como mascota, Frankie acabara muriendo de tristeza —era costumbre que si me tardaba fuera de casa, él no comía—. Sin embargo, no me arrepiento de haber renunciado a la idea de que Frankie era feliz con nosotros.

Siempre le di mi amor y mis cuidados: se dejaba cargar, acariciar y hasta dormía en mi regazo. Aprendió a llamar a mi hija Sara y sus primeras palabras fueron groserías y carcajadas que sorprendían a los visitantes. Nunca confió en los hombres, pero sí en mi hija y en mí. Gracias al enlace con la Fundación Loros pude verlo nuevamente en libertad. Me emociono hasta las lágrimas cada vez que veo esas aves volar; al fin vi una foto de Frankie libre, acicalándose junto a su pareja, y supe que había hecho lo correcto.

Hoy, como profesora de niños pequeños, soy vocera de la libertad de las especies silvestres. En mis clases repito que estas aves no son mascotas y que los niños pueden sensibilizar a sus familias. Guardo la esperanza de que más personas aprendan a proteger nuestra fauna. Desde aquel día, colgué la jaula vacía de Frankie en mi terraza, a la vista de todos, con esta frase que me encanta:

“Esta no es una jaula vacía; es un ave en libertad.”

Indudablemente, Frankie me enseñó que el verdadero amor es libertad.